Se dice que el tercer día de caminata es el más duro. El primer día tienes toda la energía y toda la fuerza que te da el comienzo de una aventura, te comes el mundo. En el segundo ya comienzan los achaques corporales, pero eres fuerte, no quieres reconocer que ya duele todo tu cuerpo. Pero es en el tercero, cuando ya tienes contracturadas hasta las uñas cuando viene la pájara.
Caminas como si montaras a caballo y te duele la espalda como si te montara un caballo. Te preguntas que coño haces levantándote a las 7 de la mañana para patearte 25 kilómetros bajo la lluvia y pelarte de frío cuando podías estar en casita tocándote el ciruelo.
El cuarto día la cosa no mejora, pero tampoco empeora, algo que se agradece. Y a partir de ese día la mochila parece que desaparece, las piernas dejan de ser de chicle y ya recuerdas por que te metiste en ese marrón.
Hoy la nieve nos sigue evitando, aunque no creo que eso vaya a durar demasiado, quien parece que nos pilló cariño desde ayer fue el barro. Nos dieron todo su amor 10 km de barro blando y profundo. Esto se lo tenemos que agradecer a algunos majetes de los pueblos de la zona, que usan el trazado del Camino como si fuera su pista personal para circular con el tractor, en vez de usar la carretera general, así en las épocas de lluvia como ésta, dejan tan impracticable el Camino que somos los peregrinos los que tenemos que invadir la general.
Mañana tocan 27 km, etapa previa al primer puerto de montaña, primera prueba de fuego de este camino
No hay comentarios:
Publicar un comentario