Al final la etapa elegida fue la de 35 kilómetros, desde Lugo hasta As Seixas, la más larga hasta ahora.
Fue una etapa tediosa. Y cuando digo tediosa quiero decir una puta rallada. De entrada, salir de Lugo fue como resolver un laberinto. Y depués, de los 35 km, 30 fueron por asfalto, o por carreiros paralelos a la carretera, donde no había ni paisajes con los que mantener entretenido al cerebro para que no se centrara en los pies doloridos. Y aun encima, estuvo lloviendo sin parar, tanto como para saturar el gore-tex de las botas, consiguiendo que en vez de repeler el agua, la absorbiera. Es una sensación muy rara tener las plantas de los pies quemadas cuando las tienes completamente empapadas.
Lo poco que se salvó fue la parada en la taberna de San Román da Retorta a mitad de etapa, donde el tabernero me dio ánimos para que pudiera seguir y un bocata de chorizón e queixo do país que consiguieron levantarme un poco el ánimo para afrontar los 15 kilómetros que me faltaban.
La segunda parte de la etapa se hizo un poco más llevadera, por que en los primeros kilómetros se va por Vía Romana, que por lo menos te hace salir de la carretera y te lleva por el monte. Fue divertido meterse hasta las rodillas en un charco de barro.
Cuando llegué al albergue de As Seixas, solo me faltó besar el suelo. Que por cierto, es uno de los mejores en los que he estado en este Camino, no solo por el albergue en sí, un alpendre de 1951 reformado con muy buen gusto, conservando la esencia de lo que era antiguamente, como las paredes de piedra o un horno de pan; si no por las dos hospitaleras que lo llevan, Marifé y Ana. Un rato charlando con ellas y te das cuenta que son persona especiales. A los 15 minutos de estar hablando con ellas y ya se me había pasado toda la mala leche acumulada de pasar todo el día caminando bajo la lluvia. Un abrazo muy grande para las dos.
Ésta fue una etapa revienta moral. Durante todo el día en lo único en lo que fui capaz de pensar fue por qué no estaba tirado en el sofá de mi casa tapado con una mantita y viendo una peli en vez de estar empapándome y reventándome los pies. Creo que el músculo más machacado en este día fue el cerebro.
El momento surrealista del día fue cuando llevaba varias horas caminado bajo la lluvia por una carretera en el medio de la nada, salido de sabe dios donde, me adelanta un tipo repeinado, en vaqueros y chupa de cuero, escuchando a Manolo Escobar a todo trapo en su móvil. ¡Chonis, están en todos lados!
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